El mundo capitalista se bate en una profunda crisis económica y política, que no ha podido superar desde el 2008 y, ya desde inicios del 2018, los economistas anunciaban una nueva depresión para el 2020. La pandemia del COVID 19 no ha hecho más que profundizar la crisis y sacar a luz las miserias del capitalismo. Hoy tenemos: 1) un sistema sanitario público colapsado en todos los países burgueses, con millones de infectados y cientos de miles de fallecidos del campo popular; 2) precariedad e inestabilidad laboral para los trabajadores con millones de empleos perdidos; 3) proletarios, que no han tenido la suerte de encontrar un capitalista a quien vender su fuerza de trabajo, y se ven obligados a ampararse en negocios de autoempleo o de microempresas; 4) sojuzgamiento y empobrecimiento de los países subdesarrollados por los capitales transnacionales, sobreexplotando a sus trabajadores, arruinando a los pequeños productores y depredando la naturaleza; 5) centralización económica en las ciudades-capitales y abandono de las provincias de los países atrasados; etc., etc.
Para imponer todas estas barbaridades, la burguesía dominante ha tenido, en primer lugar, que desorganizar y desmoralizar a los trabajadores, imponiéndoles la flexibilidad laboral, la tercerización del trabajo, el trabajo sin contrato o con contrato temporal, para infundir el temor al despido y, con ello, impedir que los trabajadores se afilien a un sindicato y hagan huelgas. En segundo lugar, han domesticado a las dirigencias sindicales, principalmente de los países desarrollados, poniéndolos al servicio de sus intereses. En tercer lugar, han desplegado una campaña ideológica nunca antes vista para capturar la subjetividad de las gentes y hacerles creer que no existen alternativas al capitalismo, que este es el mejor sistema del mundo, que el socialismo es totalitario, antidemocrático, que no sirve y no falta quien diga que también se comen niños crudos.
Esta situación les ha permitido manejar la crisis a su antojo, las respuestas de los trabajadores y demás sectores populares han sido hasta la fecha dispersas y sin norte político. Pero este letargo aparente ha empezado a cambiar, los trabajadores y el pueblo han empezado a mostrar su descontento y han iniciado su lucha por el cambio del sistema capitalista. De las luchas iniciales de los chalecos amarillos en Francia se ha ido a la lucha por los derechos del pueblo contra el abuso policial siendo su máxima expresión las movilizaciones norteamericanas contra la discriminación racial. En la India, millones y pobladores se movilizaron el año pasado, pero la mayor movilización política lo dieron los trabajadores y pueblo chileno en el 2019 quienes arrancaron al gobierno la convocatoria de un referéndum para una asamblea constituyente que destituya la constitución neoliberal pinochetista.
En el Perú, la casi silenciosa resistencia del pueblo ha explosionado en las recientes elecciones generales dando la mayoría al profesor Pedro Castillo, quien en las últimas encuestas para la segunda vuelta se afirma como ganador. Más allá de los simples resultados electorales, el pueblo ha manifestado su protesta contra el infame sistema capitalista controlado por los grupos de poder económico y del imperialismo. De nada han valido los programas técnicamente sustentados por expertos de las comisiones de gobierno de los candidatos presidenciales de la izquierda socialdemócrata y del abanico de derechas contrincantes, y se ha impuesto la propuesta más simple: nueva constitución, defensa de los recursos naturales y defensa de los derechos populares. La campaña en la segunda vuelta ha comenzado, las clases dominantes han marcado las líneas de combate: capitalismo o comunismo, constitución capitalista neoliberal o nueva constitución democrática popular, inversión imperialista o defensa de los recursos naturales, etc., y el pueblo no se amilana, no retrocede y, según las encuestas, el voto a Pedro Castillo se mantiene y crece.
En este nuevo escenario político conmemoramos el Día Internacional del Trabajador. No es cualquier día como en años pasados, tenemos por delante nuevos retos históricos y debemos responder a ellos con la misma combatividad de clase de nuestras generaciones anteriores que conquistaron tantos derechos para los trabajadores y el pueblo oprimido. Por eso, es menester que frente a los nuevos retos debemos recordarlos para comprender que las libertades y derechos conquistados han sido fruto de largas jornadas de lucha, y si ahora los vemos recortados es por el descuido temporal que sufrimos por haber creído en las mentiras capitalistas.
Los trabajadores aprenden a identificar sus intereses de clase
El capitalismo no sólo ha creado al proletariado, también los ha juntado, los ha relacionado unos con otros en armoniosa cooperación en el trabajo y en la producción social; por eso, muy pronto, se identificaron como compañeros, y antes que ciudadanos eran camaradas, aprendieron a identificar sus intereses comunes y comprendieron que en su unión esta la fuerza para contrapesar su vulnerabilidad. Aparecieron los sindicatos como instrumento para vender su capacidad de trabajo en mejores condiciones y los más avanzados se organizaron en partidos políticos para disputar el poder a la burguesía.
Las primeras luchas de los trabajadores fueron dirigidas contra las maquinarias, a quien culpaban de todos sus males, no solo le sometían a una brutal explotación, sino también a su mujer y a sus hijos. Se generó un movimiento de rebeldía en Europa, que preconizaba la destrucción de las fábricas y maquinarias, denominado ludismo, en alusión a Ned Ludd quien dirigió la destrucción del telar mecánico en que trabajaba; mientras que otros menos violentos enviaban petitorios al parlamento inglés para que prohibiera el uso de maquinaria en las fábricas o se asociaban para ayudarse mutuamente. Avanzado ya el siglo XIX cuando los trabajadores llegan a comprender que sus males no dependen de la maquinaria, sino de su uso capitalista, reorientaron sus luchas hacia la burguesía por mejores salarios y condiciones de trabajo; muy pronto la reducción de la jornada laboral se convirtió en su principal bandera de lucha, a la par que pugnaban por tener acceso al poder político enarbolando el sufragio universal y la libertad de asociación.
En 1824, en Inglaterra, se logra levantar la prohibición de asociación de los trabajadores, aparecen las primeras organizaciones de carácter nacional. Ante los límites de la organización sindical para sus reivindicaciones democráticas, se organiza en 1937 el movimiento cartista, primer movimiento netamente político, cuyas banderas estaban contenidas en el petitorio hecho al parlamento sobre derechos democráticos, tales como el sufragio universal, voto secreto, quitar la obligación de ser propietario para ser miembro del parlamento, dieta para los elegidos, etc. Las movilizaciones de millones de trabajadores por estos derechos fueron duramente reprimida y sus peticiones políticas rechazadas, pero en 1847 se logra la gran victoria de la reducción de la jornada laboral a 10 horas diarias. El movimiento proletario ingles tuvo gran influencia en el continente europeo y norteamericano.
El movimiento sindical se extendió por Europa, y en Francia adquiere un contenido netamente socialista. Después de la revolución burguesa de 1879 y la derrota de Napoleón Bonaparte, se restaura la monarquía con Luis XVIII y su sucesor Carlos X revive legislaciones antiquísimas para prohibir la organización y lucha de los trabajadores. Aun sin conciencia independiente de la burguesía, luchan a su lado por conquistas democráticas logrando, con el levantamiento de 1830, destituir a Carlos X. Traicionados por la burguesía, se impone el reinado de Luis Felipe, llamado el “rey ciudadano” por sus promesas democráticas; pero, una vez asegurado su poder en alianza con la burguesía financiera, gobierna despóticamente. Prohibidas las organizaciones laborales y carentes de libertades democráticas, los trabajadores e intelectuales impulsan una serie de organizaciones secretas encaminadas a derrocar la monarquía y con clara orientación socialista recogiendo planteamientos de los socialistas utópicos Saint-Simon, Fourier y Cabed.
Entre las más destacadas están la Société des Familles bajo la dirección de Louis-Auguste Blanqui, la Société des Amis du Peuple y la Société des Saisons. Blanqui, el líder más destacado proponía conquistar el poder por la fuerza con un grupo de conspiradores férreamente organizados. Estas organizaciones tuvieron gran participación y liderazgo, junto a Louis Blanc, en la insurrección popular de enero y febrero de 1848 que derrocó a la monarquía e instauró la “Segunda República” francesa.
Entre las más destacadas están la Société des Familles bajo la dirección de Louis-Auguste Blanqui, la Société des Amis du Peuple y la Société des Saisons. Blanqui, el líder más destacado proponía conquistar el poder por la fuerza con un grupo de conspiradores férreamente organizados. Estas organizaciones tuvieron gran participación y liderazgo, junto a Louis Blanc, en la insurrección popular de enero y febrero de 1848 que derrocó a la monarquía e instauró la “Segunda República” francesa. Los socialistas alcanzaron una gran representación en el gobierno provisional y emprendieron la tarea de hacer realidad los talleres populares de Blanc subvencionados por el Estado; pero, su política exclusivamente obrerista descuidó las reivindicaciones de las otras clases populares, particularmente la campesina, permitió que la burguesía gane la Asamblea Constituyente, quien negó recursos a los talleres populares y desconoció al gobierno provisional. La insurrección proletaria se mantuvo viva y sus movilizaciones en el mes de junio fueron duramente reprimidas, murieron miles de insurrectos, los líderes populares fueron arrestados, otros huyeron de Francia y se informó que fueron deportados a Argelia cerca de cuatro mil trabajadores.
La Internacional de los trabajadores y el 1° de Mayo
No obstante, estas luchas son hitos en la historia, pues, a partir de estas jornadas el movimiento social proletariado adquiere su propia personería de clase con independencia de los intereses burgueses. El Manifiesto del Partido Comunista que se publica a la víspera de la insurrección de 1848, mostrará su influencia en las décadas posteriores. Bajo el influjo de la corriente marxista surge la Asociación Internacional de Trabajadores, también llamada Primera Internacional, agrupando a trabajadores de casi todos los países europeos y Norteamérica, a la que se unen las corrientes anarquistas bakunistas y proudhonistas que junto con los seguidores de Louis Blanc dirigirán la Comuna de Paris de 1872, primer ensayo de construir un nuevo Estado Proletario, del que Marx sacará importantes lecciones.
La Primera Internacional en su congreso de Ginebra de 1866 aprobó la lucha de todos los trabajadores del mundo por la jornada laboral de ocho horas. En Estados Unidos, dado las pésimas condiciones de trabajo en las que se laboraba 18 horas, se pusieron a la vanguardia por esta conquista, y el presidente Andrew Johnson promulgó, en 1868, una ley que establecía la jornada de ocho horas pero dejando en libertad para que los empresarios la cumplieran y, como era de esperarse, no era acatada, hasta que la Federación Estadounidense del Trabajo, en su cuarto congreso realizado el 17 de octubre de 1884 resolvió que a partir del 1º de Mayo de 1886 se iniciaría una huelga general si el empresariado no cumplía la jornada laboral de 8 horas. Los empresarios más poderosos, especialmente de Chicago la segunda ciudad industrial del país del norte, se negaron a cumplir la jornada laboral y unos 200 mil trabajadores iniciaron la huelga y al cuarto día se realizó una gran manifestación que terminó con muchos trabajadores muertos, sin número establecido, y un policía. A raíz de este incidente se sentenciaron en un remedo de juicio a ocho dirigentes, condenando a cinco de ellos a la pena capital por ahorcamiento.
A partir de entonces, el 1º de Mayo se convirtió en un símbolo de la lucha proletaria y en 1890 Federico Engels escribía en la edición de ese año del Manifiesto del Partido Comunista:
“Pues hoy, en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo la misma bandera y para un objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos.»1Federico Engels, “Prefacio a la edición alemana”, en Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista, p. 23, Ediciones en Lenguas extranjeras, Pekín,1964.
La II Internacional, en su congreso de Ámsterdam de 1904, acordó que el 1º de Mayo se instituyera como un día de combate por la jornada de las ocho horas en el mundo. A partir de entonces este día se convirtió, poco a poco, en el “Dia Internacional de los Trabajadores”, siendo la revolución proletaria rusa de 1917 la que la proclamará oficialmente. Será después de la segunda guerra mundial que el 1º de Mayo se instaura oficialmente en la mayoría de países como el “Día del Trabajo”, solamente Estados Unidos, por su testarudez imperialista, ha establecido el 1º de setiembre como el día dedicado a los trabajadores, al que le han seguido otros países de la misma estirpe patronal.
Primer Estado proletario en el mundo y la reacción neoliberal
Con esta experiencia internacional se produce la Revolución Rusa de 1917. Bajo el liderazgo de Lenin se inicia la construcción del primer Estado Socialista en el mundo, que marcará toda la historia del siglo XX y no cesa de hacerlo en el siglo XXI. Bajo su influencia se construyeron partidos de los trabajadores que han estado en la dirección de todas las revoluciones socialistas y los movimientos de liberación nacional de los pueblos coloniales y semicoloniales; destaca el Partido Comunista Chino que ha construido una sociedad que disputa la hegemonía productiva en el mundo, y en nuestro caso, bajo su influjo, José Carlos Mariátegui dio nacimiento al Partido Socialista en 1928. El triunfo contra el fascismo no hubiera sido posible sin el heroico pueblo soviético ni la resistencia de los partidos comunistas, tampoco habría sido posible el llamado Estado Bienestar en los países desarrollados; y las conquistas sociales y democráticas en el mundo no habrían alcanzado el nivel que tuvo en el siglo pasado.
La burguesía imperialista mundial, encabezada por su fracción financiera especulativa, ni bien cayó la Unión Soviética, proclamó el “fin de la historia” y desplegó todas sus banderas neoliberales para derribar controles estatales, hacer un festín con la privatización de las empresas nacionalizadas y arremeter contra los derechos sociales de los trabajadores y convertir a las democracias en simples mascaradas reservando las decisiones fundamentales a unos cuantos plutócratas que deciden los destinos del mundo y de las naciones.
El movimiento proletario signa la historia de la lucha social en el mundo
Las luchas de las organizaciones de los trabajadores permitieron ir ganando una serie de derechos laborales y democráticos. En largas jornadas de lucha la organización sindical y el derecho a huelga fueron aceptadas y, con ellas, la reducción de la jornada laboral y el derecho a la negociación colectiva, el sufragio universal y el voto femenino. Vemos como las luchas democráticas de los trabajadores trascienden del taller y se irradian al conjunto de la sociedad. Derechos que se afirman con las revoluciones proletarias y campesinas en el mundo por el socialismo y la liberación nacional y obligan a la burguesía a aceptar el llamado Estado Bienestar. El influjo del movimiento proletario en el mundo es muy palpable y amplio, asi que solamente dejaremos punteado algunas de ellas.
En este sentido, entre los más destacados podemos mencionar el movimiento por los derechos de la mujer, de los niños y de todas las llamadas minorías. En el transcurso de la historia han existido personajes, principalmente femeninas, que han denunciado la situación de subordinación y maltrato de la mujer, que puede remontarse hasta el siglo VII antes de nuestra era cuando Safo de Lesbos hizo prevalecerr su derecho a expresar sus sentimientos como lo hacía cualquier hombre; pero es a partir del siglo XIX, al compás de las luchas obreras, que los derechos de la mujer se vuelven reinvidicaciones de masas. Igualmente, la explotación indolente del capitalismo a los menores de edad se torna en movimiento de masas por los derechos del niño y los adolescentes; asimismo, la opresión y saqueo de los pueblos por el capital imperialista generó poderosos movimientos de liberación nacional y los derechos culturales de los pueblos originarios. El influjo del movimiento proletario ha sido tal que no ha quedado ningún resquicio de desigualdad y de discriminación por raza, edad u otro que no haya sido denunciado; y se esté luchando por eliminarlos.
El tema de salud ha cambiado desde cuando se escribió El Capital, los progresos de la ciencia médica ha demostrado la importancia de la seguridad industrial, el medio ambiente, la recreación y el descanso para el trabajador, ayudando a ganar derechos como de vacaciones, al seguro de salud y de jubilación; así mismo, ha llevado una larga e interminable lucha por la seguridad industrial y el medio ambiente laboral, tanto al interior del taller como en las zonas residenciales. Los trabajadores han tenido que luchar por mejorar las condiciones de salubridad de sus centros de trabajo, así como, por contrarrestar o eliminar las sustancias venenosas y tóxicas, de donde nace el establecimiento de los límites máximos permisibles de estas sustancias. Como consecuencia, las condiciones de salubridad de la fábrica y el criterio de los límites máximos permisibles de los contaminantes se extienden a las zonas residenciales de los trabajadores, que con la complejidad de la urbe moderna se proyecta a toda la ciudad, convirtiéndose en un problema de política pública. Así la contradicción capital-trabajo no sólo se expresa en la relación salario y ganancia, su dimensión abarca las condiciones de salud y vida de los trabajadores y del proletariado no activo hasta convertirse en un tema de salud pública, de incumbencia no sólo de la burguesía sino también de responsabilidad del Estado.
En las sociedades de la edad media europea la instrucción pública, prácticamente, no existía y la que había estaba ligada a la religión para que los niños aprendan el catecismo y si bien ya existían universidades, los estudios giraban alrededor de la teología, será más tarde, por interés de los Estados monárquicos de contar con funcionarios calificados que se introdujo los estudios jurídicos. La educación en el siglo XIX, no dejó de ser elitista, pese a los dictámenes de la Revolución Francesa en su momento jacobino. Si la intelectualidad burguesa retomó la discusión sobre la urgencia de educar al pueblo fue por la necesidad de afianzar su poder ante la amenaza de un creciente proletariado urbano. Por una parte, las continuas luchas de los trabajadores por mejores condiciones de trabajo y de vida sobrepasaban el orden establecido y, por otra parte, un gran sector al no encontrar trabajo por la sobre oferta de mano de obra, se dedicaban al pillaje, generando un problema de criminalidad desconocido en épocas anteriores. No es hasta que los trabajadores incorporasen como parte del precio de su fuerza de trabajo la capacitación y la debida instrucción para calificar su capacidad de trabajo, para que la instrucción pública sea asumida por la burguesía y sus gobiernos con seriedad y lleguen a formar parte de las políticas de Estado; la que será ya en el siglo XX.
Acabar con la contra ofensiva neoliberal es la tarea del día
Con la crisis de la economía del Estado Bienestar y el derrumbe de la Unión Soviética, la burguesía despliega su contraofensiva a escala mundial para retomar el liberalismo económico, liberar al capital de los controles estatales e imponer su despotismo absoluto en su relación con los trabajadores. El neoliberalismo consiguió restringir en unos países y anular en otros los derechos económicos y democráticos. En los países atrasados, pero también en Europa y Estados Unidos, los salarios reales han disminuido; y para lograr una remuneración aceptable los trabajadores deben laborar más de ocho horas diarias.
Los sistemas de seguridad social se vienen descapitalizando, se deterioran los servicios de salud y se achican las pensiones de jubilación, agravándose aún más con la crisis económica. El beneplácito de la gran burguesía no pudo ser mayor cuando se les permitió convertir en suculentos negocios las urgentes necesidades de salud y educación, transporte, etc. Por eso los sistemas públicos se han mostrado obsoletos frente a la pandemia y los tecnócratas del Estado burgués se niegan a tomar medidas sanitarias de emergencia para dotarse de hospitales, camas, oxígeno y equipos para impedir que el pueblo siga contagiándose y falleciendo.
En medio de esta tragedia es que los trabajadores y pueblos del mundo han empezado a levantarse. En el Perú, este 1º de Mayo nos toca conmemorar el Día de los trabajadores a portas de una contundente derrota electoral de las fuerzas capitalistas y neoliberales, que no reparan es desempolvar viejas mentiras y calumnias ridículas contra el comunismo y los símbolos de las luchas proletarias a lo largo de estos siglos. Están diciendo -entre otras tantas mentiras y calumnias- que, si pierde su candidata Keiko Fujimori, símbolo de la corrupción y del neoliberalismo en el Perú, a los pobres y a los trabajadores se les quitará sus chacras, sus negocios y sus casas.
Con ello, quieren tapar con un dedo que fueron precisamente los comunistas y la izquierda quienes hicieron posible la reforma agraria y el fin de la gran propiedad terrateniente que permitió que millones de campesinos tengan ahora una chacra para vivir; igualmente, fueron los comunistas y la izquierda quienes promovieron los movimientos, mal llamadas invasiones, en las ciudades para que los pobres sin techo tengan una vivienda donde vivir y así, por ejemplo, se formaron los distritos de Comas, Independencia, San Martin de Porras, Villa El Salvador, Villa María del Triunfo en la ciudad de Lima, el distrito La Esperanza en Trujillo o el de Leonardo Ortiz en Chiclayo.
En tanto que el neoliberalismo ha promovido la concentración de tierras agrícolas en la costa y la selva en estos últimos 30 años y se ha apropiado de las tierras de las grandes irrigaciones, como la Olmos en la región de Piura, o de ChaviMochic en la Libertad Moche, que fueron diseñadas para los pequeños agricultores.
Para los trabajadores el triunfo electoral de Pedro Castillo debe constituir la restitución de los derechos laborales que les quitó el neoliberalismo fujimorista.
En primer lugar, terminar con la flexibilidad laboral, la tercerización laboral y el sistema de trabajo sin contrato o trabajo temporal. Nadie puede ser despedido, solo por causa debidamente justificada y probada, con el pleno derecho a la sindicalización y a la huelga. Ningún trabajador debe quedar sin organización sindical, ya sea por fábrica, empresa, sector económico o territorial. Estas deben quedar establecidas en la Nueva Constitución de la República con toda claridad y precisión sin dejar cabida a que luego sean restringidas por alguna ley.
Pero, no sólo tener en cuenta los derechos laborales, se tiene que tener en cuenta los derechos de los demás sectores populares, de los campesinos, de las comunidades campesinas, de los trabajadores independientes, de las amas de casa y de todas las mujeres, de los estudiantes, los derechos culturales de los pueblos y de nuestra nación como tal, pero, dentro de la diversidad cultural y nacional que la conformamos.
Estas conquistas no serán fáciles, como todas las conquistas populares. Tenemos en lo inmediato que destruir todas las mentiras y calumnias que esta levantado la gran burguesía y el imperialismo, tenemos que luchar contra las infaltables pretensiones de golpe y fraude, no podemos permitir el chantaje y las amenazas de los grupos de poder y del imperialismo para que se abandone el programa de transformación democrática del país. Luego tendremos una lucha tenaze por la Nueva Constitución, contra el boicot de los grupos de poder económico y el bloqueo criminal que pretenderá el imperialismo, con el objetivo de impedir la realización de los cambios estructurales que está demandando el pueblo peruano.
Para hacer frente a todos estos retos debemos afiatar nuestras organizaciones, donde no hay pueblo organizado hay que organizarlo, no sólo en un fin reivindicativo, sino prioritariamente político, construyendo poder popular en el taller, en la fábrica, en la empresa, en el barrio, en la comunidad, en el distrito, en la provincia y a nivel nacional.
Como siempre, el 1º de Mayo no será un día de simples festejos, sino de confraternización, de reflexión y lucha. La antesala de un periodo de grandes retos y heroicas tareas de la clase trabajadora y clases oprimidas.
Notas:
- El proletariado: clase dirigente de la revolución o sujeto histórico - septiembre 2, 2022
- !Marx Regresa! … ¿Pero debe hacerlo sin el materialismo histórico? - mayo 31, 2022
- Retornar al materialismo dialéctico por una izquierda revolucionaria - marzo 14, 2022
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El unico sistema que está en crisis permanente desde que surgió es el socialismo.No ha existido un régimen socialista exitoso y próspero,no lo habrá,simplemente porque va en contra de la naturaleza humana