Ahora mismo en el campo de lo que se suele llamar «la izquierda» hay dos posiciones erradas: la oportunista de derecha, que se va sumando a las filas del golpismo en su forma «blanda» (la bandera de adelanto de elecciones y ese muerto viviente en que ha devenido la consigna «que se vayan todos», hoy en manos de los «demócratas moderados» y «centristas») y la oportunista de izquierda, enarbolada por algunos elementos trotskistas/”maoístas” atrincherados en lo que Gramsci llamaba el «rebeldismo elemental» (aquí el razonamiento dialéctico ha sido reemplazado por el analógico: se trata de lucir orgullosamente la dudosa distinción de no haber «defendido» en ningún caso al gobierno (pequeño)burgués de turno, independientemente de las circunstancias concretas). Al día de hoy, ninguna de las dos posiciones tiene, más allá de la retórica, arraigo alguno entre las clases populares.
Fueron las clases populares las que pactaron con Pedro Castillo para llevarlo al gobierno. Éste les prometió cambios profundos; al día de hoy, no ha cumplido sus promesas, no solo por el sabotaje sistemático y multilateral al que ha sido sometido su gobierno desde antes de que ocupase el ejecutivo, sino por su propia inacción, incapacidad y entreguismo. No obstante, Castillo no ha perdido el apoyo de las masas populares que lo pusieron en el gobierno: estas han dejado escuchar su insatisfacción e indignación, pero permanecen a la expectativa de que el gobierno que eligieron cumpla con sus promesas.
Hoy el cierre de filas en torno al gobierno de Pedro Castillo *contra el golpismo* no es como el cierre de filas al que años atrás nos instaban el Nuevo Perú y otros sectores de la llamada “izquierda” cuando nos exigían que blindáramos a representantes de la oligarquía como Vizcarra o PPK; tampoco se trata de una muestra de apoyo incondicional al gobierno. Se trata de un cierre de filas *contra el fascismo*, que es ante todo un cierre de filas *con el pueblo*. Hay que recordar a algunos que el fascismo es más que un puñado de símbolos, eslóganes y banderas: el fascismo se vive cuando un sector cada vez más grande de la llamada «clase media» y la burguesía en nuestro país asiente ante la perspectiva de una limpieza étnica o de un nuevo pongaje por “razones económicas» y lo llama «patriotismo»; cuando han perdido todo pudor en defender el supremacismo criollo y están dispuestos a usar cada recurso en su arsenal para poner de rodillas a su enemigo (aún si eso implica violentar hasta la última regla de ese «orden democrático» que dicen defender).
Por supuesto, el cierre de filas contra el fascismo no debe limitarse a enfrentar al golpismo de manera reactiva; aún más fundamental en este momento es organizar y agitar a las masas, concientizarlas y apoyarlas en sus reclamos legítimos contra el gobierno, crear órganos políticos que impulsen la bandera de la Asamblea Popular Constituyente y la Nueva Constitución, y sirvan de plataforma para la creación de una alternativa política frente al fascismo y sus huestes.
Pienso que hoy toca recordar la lección del maestro de Marx, ese filósofo prusiano de apellido Hegel, que en el contexto de las agitaciones antirrepublicanas y antisemitas de su tiempo observaba que, en ocasiones, «la valentía no consiste en atacar a los gobiernos, sino en defenderlos».
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