Publicado por primera vez, en la revista Amauta Siglo XXI, 2023.
La crisis política que vive el país no se resuelve solucionando una u otra demanda popular. Ninguna medida populista de este gobierno usurpador podrá satisfacer a las masas en su necesidad de bienestar, inclusión y justicia. El pueblo exige un cambio radical, que se expresa en un cambio de la actual Constitución fujimorista. Pero, esta exigencia es aún vaga, indefinida y de sentimiento puro. De allí la urgencia de construir una alternativa, que sea radical y concreta para el periodo de crisis que vivimos. Y no será tal, si no se tiene claro un programa de transformación de las estructuras nacionales. Tarea no sencilla y de compromiso colectivo, pero impostergable.
Estamos en el siglo XXI, y muchas cosas han cambiado, pero seguimos en un mundo capitalista global. No hay parte alguna del mundo que escape a su influjo. El afán de ganancias afirma el dominio imperialista y lleva a manifestaciones de barbarie extrema.
¿Cuánto ha cambiado el Perú, y que tareas históricas se desprenden de ello? Es escasamente respondido. La ideología neoliberal con la promesa de poder resolver los males sociales de la desigualdad, el hambre y la justicia, con el “hilo invisible” de Adam Smith y la democracia de la ilustración francesa, ha arrinconado a la izquierda y a quienes se sienten de izquierda.
La intelectualidad progresista y la izquierda, han renunciado a la investigación científica estratégica y la preocupación se centra en el programa electoral, que, generalmente, no va más allá del neoliberalismo económico con políticas asistencialistas para atenuar la pobreza y la exclusión social. Su crítica política, apunta a corregir las imperfecciones de la democracia liberal, comprometiéndose a facilitar la “gobernabilidad” del país, en un proceso de “transición democrática” interminable, con el supuesto que cuando la democracia sea perfeccionada, la burguesía nacional, monopólica e imperialista, no tendrán más remedio que someterse a ella.
Sabemos que para transformar las estructuras del país y construir una sociedad socialista, tenemos la obligación de comprender la realidad peruana, captar sus problemas sustanciales, y construir colectivamente una alternativa programática de solución radical a los mismos, que conlleve al bienestar de los trabajadores y de todo el pueblo, a su desarrollo integral, material y espiritual. Debemos, pues, mirar estratégicamente, sin lo cual no podremos tener un programa concreto de gobierno transformador, que es lo que aspiran las masas, lo que no desdice cumplir las tareas cotidianas.
No es que la izquierda, no tenga una visión de la realidad peruana y del mundo, y una aspiración estratégica; pero generalmente es personal, dispersa, confusa, que las hacen incoherentes. Hay condiciones para promover la reflexión y el debate sobre la problemática nacional, y la construcción de un programa revolucionario que sea un norte al quehacer político cotidiano.
La alternativa programática para el Perú del siglo XXI debe ser una obra colectiva, que se perfeccionará a través de nuestra práctica revolucionaria y al calor de la lucha del pueblo.
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