Lenin, a los 97 años de su legado al mundo

El 21 de enero de 1924, dejaba este mundo Vladimir Ilich Lenin para no morir nunca más. Tantas veces lo mataron y, sin embargo, sigue aquí entre nosotros, como uno de los más grandes revolucionarios del mundo. La burguesía ha hecho lo indecible por desparecer a Carlos Marx y a Lenin de la historia; y de la vida presente de los trabajadores y pueblos de la tierra, sin embargo no ha podido.

Hoy, quienes no creían en el marxismo ―y los que lo abandonaron, bajo los redobles triunfales de la burguesía al caer la Unión Soviética― al no poder explicar porque el capitalismo no deja de hundirse, empezaron a preguntarse: ¿y si Marx tenía razón?. Otros más audaces, si se atrevieron a proclamar el “regreso de Marx”, pero sólo el “regreso” de un Marx teórico, embadurnado de academicismos, que les ayudase a interpretar el mundo, pero no a revolucionarlo. Y otros, mucho más audaces todavía, que sí afirmaron el regreso del “Marx revolucionario”, pero aislado, lejos de la mala compañía, de Vladimir Ilich Lenin.

Estos señores, no quieren a Lenin, porque tomó muy a pecho la teoría marxista; y lo único que le interesó fue organizar la lucha de los explotados para derribar el capitalismo. Además, lo consideraron siempre una persona muy peligrosa y temeraria; que organizó un gran partido, que, pese a que fue “minoritario”, asaltó el poder, estableció la democracia de obreros y campesinos y forzó la construcción del socialismo, aún cuando Rusia no estaba preparada para ello.

En la crisis actual, los trabajadores y el pueblo sufren por alejarse de las ideas de Lenín.

Ahora, el mundo se debate en una de las peores crisis de su historia; la cual no se originó por la pandemia del COVID-19, sino por la recesión capitalista que comenzó el 2019 y se generalizaba ya en los primeros meses del 2020. El capitalismo, sin superar la crisis del 2007-2008 entraba a una temida recaída. Cuando llegó la pandemia,  ésta solo la aceleró y profundizó, sacando a flote todas las miserias que trae consigo el capitalismo.

Esta crisis, encontró a los trabajadores desorganizados y desubicados políticamente, sin capacidad hasta la fecha, de articular una respuesta revolucionaria anticapitalista. No es que no existan respuestas de los trabajadores y de los sectores populares, las hay, pero son dispersas, poco articuladas y por lo mismo poco extendidas y carentes de unidad; pero, sobre todo, carentes de una orientación política clara para buscar las soluciones reales a los problemas que los aquejan.

Por eso, en plena pandemia, encontramos luchas progresistas como lo sucedido en Estados Unidos por los derechos de los negros, o las movilizaciones en Francia por el derecho democrático de filmar los abusos policiales; pero también existen otras de sectores populares y medios; que son arrastrados por posiciones de derecha, antidemocráticas y racistas, como la oposición de Europa a recibir a los migrantes, o las expresadas por los seguidores de Donald Trump contra los latinos, o como también, en quienes se oponen a las medidas anti COVID-19, por impulsarse la cuarentena, el uso de mascarillas, las vacunas, etc.

En estas circunstancias, en que los trabajadores y el pueblo debieron estar firmemente organizados, tanto gremialmente y políticamente, y con claridad en sus objetivos de lucha, viene sucediendo todo lo contrario. Todo, porque las vanguardias políticas y sindicales, salvo honrosas excepciones, se dejaron ilusionar por los pregones de la burguesía que prometía que nunca más habría una crisis económica; que nadie más sufriría sus consecuencias; que los derechos labores y humanos estarían siempre asegurados por los Estados “democráticos”, los que, además, se manejarían con “independencia” de las clases sociales y, sobre todo, porque no habría un sistema mejor que el capitalismo.

Pero las crisis no han cesado;  y la actual crisis que vivimos ha desnudado al capitalismo de cuerpo entero. Hay millones de trabajadores que han perdido sus empleos, sus derechos conquistados;  y hoy no cuentan con mecanismos para protestar o exigirlos. El derecho al trabajo digno se ha vuelto una quimera, tan igual que el derecho a la salud y a la vida. El sistema sanitario estructurado para el negocio del gran capital ha colapsado, dejando al pueblo sin cobertura y a su propia suerte. El COVID-19 cuenta con más de dos millones de muertos y 96 millones de personas infectadas, sin contar los fallecidos por desatención derivados de la pandemia. Pero, muy pocos señalan que la gran mayoría de los que mueren son personas con bajos recursos económicos, trabajadores independientes o microempresarios de subsistencia; quienes no tienen las condiciones personales ni familiares para protegerse ni curarse. Son muy pocos los millonarios y billonarios muertos.

Todos estos sufrimientos, de los trabajadores y del pueblo, son obra del sistema capitalista y la dominación imperialista que ejercen los grandes grupos de poder; pero son muy pocos los que se percatan de ello. La prensa burguesa, por todos los medios ya sea hablados, televisivos o escritos, se empeñan en ocultar esta realidad y evitar que el pueblo despierte y oriente sus luchas hacia los verdaderos culpables de sus sufrimientos. Aún somos muy pocos para contrarrestar el poder de los medios de comunicación de la burguesía, quienes no se cansan de echarle la culpa del sufrimiento popular al coronavirus y al propio pueblo por su falta de conciencia frente a la pandemia, repitiendo una y mil veces los casos de irresponsabilidad.

La situación hubiera sido totalmente diferente, si los trabajadores y el pueblo hoy tuvieran una alta conciencia de clase y contaran con férreas organizaciones sindicales y un poderosos partido político revolucionario. Es decir, si hubiéramos mantenido los principios revolucionarios de Carlos Marx y hubiéramos aceptado sin tapujos el “regreso” de Marx acompañado de las enseñanzas de Vladimir Ilich Lenin, que por algo condujo exitosamente la primera revolución proletaria en el mundo e iniciara la construcción de una nueva sociedad, superior al capitalismo, llevando a Rusia de país atrasado, tercermundista, a ser la segunda potencia económica y militar del planeta. Si bien Lenin no vio esta etapa brillante de la Unión Soviética, fue sin duda su creador e inspirador.

La situación del Perú y del mundo, exige una organización política desde la concepción de Lenín.

Carlos Marx Y Federico Engels habían señalado la importancia de la organización política del proletariado para defender sus derechos inmediatos e históricos y personalmente participaron y fueron el cerebro de la Primera Organización Internacional de los Trabajadores, más conocida como Primera Internacional e impulsaron la organización de los partidos nacionales del proletariado, en especial del Partido Socialdemócrata Alemán. Pero sin duda, fue Lenin, quien desarrolló la concepción organizativa de un partido revolucionario del proletariado.

Mucho se ha debatido sobre está concepción y en el debate muchos han dado una interpretación dogmática y polarizada entre partido “de cuadros” o partido “de masas”. Quienes critican a Lenin interpretando su concepción partidaria como de “cuadros” se olvidan que los bolcheviques tuvieron un mayor número de adherentes que el partido competidor, los mencheviques, y que antes de la toma del poder en Rusia contaba con más de 200 mil militantes y los cuadros, como siempre; eran minoritarios.

Y es que las formas organizativas dependen de las condiciones concretas del desarrollo político, otorgándole la flexibilidad necesaria para trabajar la revolución en diferentes terrenos y desarrollar todas las formas de lucha que sean necesarias. Así podía actuar clandestinamente o también abiertamente, participando en elecciones generales y con representantes en el parlamento. En esta variedad de formas, el partido siempre actuaba cohesionado. Internamente desarrollaba la más amplia democracia, se cuestionaba y se debatía todo, pero una vez zanjado en las instancias respectivas, todos los militantes tenían la obligación de acatar los acuerdos.

Tantas veces Lenin quedó en minoría, pero por eso no creó resentimientos y menos rompió la unidad del partido y, mucho menos aún; buscó salirse de él. Es decir, en la concepción de partido primaba la disciplina revolucionaria, sustentada en el centralismo democrático. Este es el principio central que define a un militante y tiene el derecho a decidir internamente según las reglas democráticas del partido. Para ser militante, no se necesitaba ser un super hombre, que lo sabe y lo hace todo, todos son personas reales, con sus virtudes y sus debilidades, y todos aportan de acuerdo a sus capacidades y habilidades físicas e intelectuales. Todos son iguales, sin ningún tipo de diferenciación social, con los mismos derechos y obligaciones dentro del partido.

Y la persona que, por diferentes razones, no aceptaba la disciplina, pero deseaba contribuir a la revolución en las circunstancias que creía conveniente, tampoco era excluida, ésta podía contribuir libremente con el partido y la revolución en la forma y el momento que lo desee; así, por ejemplo, el laureado escritor ruso Máximo Gorki no fue militante del partido bolchevique, pero hacía una gran contribución a la revolución proletaria.

Sin embargo, existen los librepensadores “revolucionarios”, incapaces de una disciplina militante, pero reclaman todos los derechos partidarios, y abogan por una organización política laxa, deforme, sin la obligación de acatar los acuerdos. Después de la caída de la Unión Soviética, esta concepción ha calado tanto;  y la burguesía lo ha difundido por todos los medios, que el rechazo a Lenin se expresa en la negativa de construir partidos revolucionarios, y obnubilados por la modernidad, alientan colectivos y movimientos en base a la libre acción de sus librepensadores: pero, en el fondo, sus características no apuntan a un partido llamado de masas y menos a una organización revolucionaria.

El partido según la concepción de Lenin es para hacer la revolución por cualquier vía que brinde las condiciones concretas de la lucha política, no sólo para llegar al poder, sino como fuerza propulsora en la construcción socialista. Para quienes no piensan en cambios revolucionarios de la sociedad, más que hacer algunos parches que endulcen al capitalismo y la dominación imperialista, les vasta contar con la adherencia formal de los hombres y mujeres, ya que sus objetivos son sustancialmente electorales, que les permitan contar con los votos necesarios para ganar elecciones o algunos puestos en los aparatos del Estado gran burgués pro imperialista de falsa democracia. Partidos de este tipo, en las actuales condiciones de crisis que se vive en el mundo, no tienen nada que ofrecerle al pueblo y de allí la poca acogida que tienen, siendo muchas veces reconocidos como cualquier otro partido burgués tradicional.

Lenín, inició la construción del socialismo en el mundo

La fobia burguesa a Lenin también se debe porque demostró que las revoluciones no eran patrimonio exclusivo de la Europa Occidental, que la internacionalización del capital había creado las condiciones materiales para que los países de capitalismo atrasado o subdesarrollado inicien su transformación revolucionaria a sociedades superadoras del capitalismo. Fue consciente que en nuestros países la clase obrera es minoritaria, pero se dio cuenta que puede liderar una revolución en férrea alianza con las demás clases y sectores sociales explotados y oprimidos, especialmente con el campesinado. Gracias a esta visión estratégica, se hicieron las grandes revoluciones del siglo XX como la de Rusia, China, Corea del Norte, Vietnam y Cuba.

Lenin, y el partido bolchevique, al tomar el poder en Rusia y empezar a construir un nuevo poder estatal desde los soviets, o consejos de obreros  y campesinos, debió enfrentar múltiples problemas, ninguno de ellos de poca monta, porque se trataba de iniciar la construcción de una sociedad nueva, la sociedad socialista desde un país atrasado y para lo cual no existía ninguna experiencia ni libro que señalara como hacerlo, fue creación heroica desde el primer momento, no sólo para derrotar a la contrarrevolución que con el apoyo de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Japón le habían declarado la guerra, sino que también, para sacar la economía de la ruina a la que le había llevado la primera guerra mundial, y luego;  iniciar la construcción de una nueva economía, en medio del cerco y el bloqueo capitalista mundial.

Lenin siempre salió triunfante ante ésta adversidad, hasta que le alcanzó la muerte a edad temprana. ¿Cómo lo hizo? ¿Qué grandes enseñanzas para la revolución mundial hay en esta lucha sin igual que emprendieron los bolcheviques bajo su liderazgo? Eso es lo que la burguesía quiere impedir que conozcamos y nos ayude a resolver nuestros problemas revolucionarios del presente. Por eso lo calumnian, tergiversan, lo esconden y quieren impedir que Marx “regrese” acompañado de Lenin.

Notas:

Carlos Alarcón Aliaga