EL COVID MUESTRA LA INCAPACIDAD DEL CAPITAL, para resolver los problemas de la humanidad

La crisis sanitaria mundial ha sacado a luz toda la podredumbre del sistema capitalista. El desprecio a la vida humana frente a la preponderancia de las ganancias y el lucro le viene costando al mundo más de 230 mil vidas humanas que se acrecientan día a día.

El artículo presente hace un análisis marxista de la crisis sanitaria que profundiza la crisis capitalista del que no lograba salir desde su estallido el 2007-2009 y, antes bien, se anunciaba una nueva depresión. Los Estados capitalistas, en especial de las grandes potencias prefirieron salvaguardar sus negocios antes que la vida de sus ciudadanos y se resistieron a implementar el aislamiento social. Recién, cuando el COVID-19 se había enseñoreado decidieron aplicarla tardíamente.

Pero, el aislamiento social también lo han realizado bajo sus concepciones burguesas, en el marco de las recomendaciones del FMI y de la troika de la Unión Europea, restringiendo los gastos sociales lo más posible; es decir, gastar lo menos posible para combatir la pandemia resguardando fondos para la reactivación económica que no es otra cosa que otro salvataje empresarial como la ocurrida en el 2008. Esta política que ningunea gastos contra el COVID-19 se hace sin tener en cuenta que los sistemas públicos sanitarios han sido desmantelados en favor de un sistema privado que sólo persigue lucro y las ganancias.

De allí, los resultados: Estados Unidos con más de un millón de infectados y más de 60 mil muertos hasta la fecha, Italia y Reino Unido sobrepasan las 26 mil víctimas, España y Francia superan las 24 mil muertes y un poco más atrás Alemania con cerca de 6,500.

Todo este comportamiento no trae pues, más que sufrimiento y muerte a los trabajadores. Además de ser las principales víctimas del coronavirus, se han quedado sin ingresos y millones están perdiendo sus trabajos. Los bonos de ayuda además de ser suficientes solo llegan a pequeñas minorías, además que son materia de corrupción. Los gobiernos no hacen otra cosa que preservar recursos para otorgar subsidios a los grandes burgueses, similares o superiores a los que les otorgó como salvataje en la crisis de 2008.

El presente artículo señala la incapacidad de los países capitalistas para hacer frente a la pandemia del coronavirus, igual como no puede hacerlo contra la pobreza, el hambre, la contaminación ambiental, etc. La prédica ideológica cinematográfica de un Estados Unidos salvador del mundo se ha venido a tierra. Son los países socialistas, que no sólo han controlado la epidemia en sus países, los que están saliendo a apoyar a los países del mundo a combatir el coronavirus; mientras las grandes potencias se niegan ayuda unas de otras y se piratean mutuamente los materiales médicos. En esta contienda los países socialistas han demostrado su superioridad a las grandes potencias capitalistas.

Salvar los negocios sacrificando la salud y la vida de las personas

Todos los países capitalistas, principalmente los más avanzados del mundo como Estados Unidos y la Unión Europea, han mostrado su incapacidad para hacer frente a una amenaza global contra la humanidad, como es la pandemia del COVID 19. Únicamente en el cine hollywoodense los norteamericanos salvan al planeta, pero, a la hora de la verdad, están dispuestos a sacrificar millones de vidas con tal de salvar sus negocios.

Desde un principio se sabía la naturaleza de la epidemia y la mejor forma de enfrentarla era el aislamiento social, realizado con disciplina y organización y con un gran despliegue de recursos médicos y equipos hospitalarios. Pero los países del capitalismo avanzado en Europa y Norteamérica prefirieron continuar haciendo negocios, contradiciendo la experiencia y las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Justificaron su irracionalidad capitalista con argumentos infantiles, diciendo que el COVI19 es una simple gripe pasajera que no merece poner en riesgo la economía capitalista y criticaron la estrategia de China calificándola de totalitarismo comunista y una agresión a la sagrada libertad capitalista.

Cuando el coronavirus se expandió y tomo posesión en la población, tardíamente decretaron el aislamiento social, pero sin brindarle los recursos necesarios para que tuviera éxito. Como consecuencia, a la fecha, 29 de abril, a tan solo 4 meses, tenemos más de tres millones doscientos mil infectados en el mundo y más de 228 mil muertos; mortandad sólo comparable con las dos guerras mundiales del siglo pasado. Entre las principales víctimas se encuentra el pueblo estadounidense con más de un millón de infectados y cerca de 62 mil fallecidos, le sigue Italia con 27,682 y Reino Unido con 26,097 difuntos, España con 24,543, Francia con 24,087 y Alemania, no se queda muy atrás, con 6,469 muertes, los que siguen creciendo a cada hora[1].

Un sistema sanitario para el lucro y especulación a costa de la salud de la gente

La pandemia del COVID 19, demostró la incapacidad de los sistemas de salud pública capitalistas para hacerle frente. Los sistemas sanitarios capitalistas fueron realizados para servir a los grandes capitalistas privados, quienes han convertido la salud en un suculento negocio. Los Estados capitalistas, privilegiando los negocios privados, han abandonado la salud pública para los trabajadores y todas las clases populares y lo han convertirlo en el sistema calamitoso que es hoy en día. Su ineficiencia se da en todos sus aspectos, con partidas presupuestarias totalmente exiguas y sin el interés de los gobiernos de turno para asumirla como obligación constitucional. Faltan camas hospitalarias, equipos y materiales médicos, faltan médicos, enfermeras y personal de salud. Los hospitales y centros de salud nunca tienen medicinas suficientes, pero a las clínicas y farmacias privadas nunca les faltó ello, sin embargo, sus precios son prohibitivos para la gran mayoría del pueblo.

El desprestigio de los servicios de salud que brinda el Estado tiene el objetivo de favorecer los negocios privados de salud. Con ello se hace creíble que en las clínicas privadas la atención es más rápida y oportuna, que cuenta con equipos y medicinas de última generación, etc. Con esta imagen artificial, los servicios de salud privados encarecen a límites inauditos la curación de las personas, quedando muy lejos de los bolsillos populares, incluso de los sectores llamados medios; de allí que estos sectores sociales se sienten pobres al no poder acceder a estos servicios, sino a costa de un endeudamiento cada vez mayor. Este es uno de los problemas principales que motivaron las manifestaciones multitudinarias en Chile exigiendo una nueva constitución.

El modelo sanitario que siguen los países latinoamericanos es el norteamericano. Un sistema mixto, público y privado, con primacía del sector privado. Nadie niega los avances tecnológicos en materia sanitaria de la primera potencia económica mundial, hay clínicas y hospitales en todas partes; pero la mayoría de estos son privados y cuentan además con subsidio estatal; como consecuencia, son los más caros del mundo, en el 2013, su promedio de gasto personal era de 8 mil dólares, en tanto que, en Luxemburgo, uno de los países más caros de la UE, era de 4000 dólares.[2]

La reforma de Obama, no modificó esta estructura, ha tenido poco efecto en la salud privada, como la de obligar a los ciudadanos estadounidenses a afiliarse a un seguro de salud bajo pena de multa fiscal, subsidiando a quienes no podrían pagarlo, y exigirles a las aseguradoras privadas que justifiquen públicamente el aumento de sus precios. Como resultado de ello, encontramos que:

“De los países de la OCDE, Estados Unidos es el mayor porcentaje de su PBI destina a salud (16% en 2017), pero al mismo tiempo ocupa el puesto número 30 en mortalidad materna, solo superado por México. Entre 1999 y 2015 se produjo un incremento de la tasa en un 56% pasando de 16,9 a 24,7 muertes cada 100 mil embarazadas.”[3]

El Sistema Sanitario del Perú

Por su parte, el Perú, siguiendo el modelo norteamericano, en enero del presente año solo contaba con el 37% de todos los centros de atención a la salud en manos del Estado, mientras que el 63% son privados; es decir, hay más clínicas privadas que hospitales y centros de salud a cargo del Ministerio de Salud, de Essalud,  de la sanidad policial y militar; y de las municipalidades.[4] A pesar de su limitada cobertura, el sector público tiene la responsabilidad de cubrir la atención en salud de más del 93% de la población del país[5]; allí que, el Estado tenga que alquilar los servicios a las clínicas privadas.

La proliferación del servicio de atención privado se ha dado a costa del deterioro consciente del servicio público en favor de ocho grandes corporaciones capitalistas que controlan el mercado[6]. La gran mayoría de los centros de salud públicos son en su capacidad de atención de nivel básico, y más de la mitad de estos centros de atención, no cuenta con médico alguno. En general, un estado de hacinamiento crítico, con infraestructura inadecuada, falta de insumos, equipos médicos, y personal sanitario en todo nivel. Si a ello le súmanos la situación laboral del personal sanitario, el escenario adverso se torna mucho más complejo y crítico.

En estas condiciones, la infraestructura hospitalaria del Estado es incapaz de albergar a todos los infectados por el COVID-19, dejando a la gran mayoría de afectados en sus casas al cuidado de sus propios familiares, que no tardaban en contagiarse y esparcir el virus por donde vayan. Igualmente, la falta de pruebas rápidas y moleculares no permitían detectar a todos los contaminados, mientras tanto los asintomáticos siguen esparciendo el coronavirus. A ello se agrega la falta de equipos, protectores y materiales para los profesionales de la sanidad pública (médicos, enfermeras, dietistas, personal de cocina, de limpieza, vigilantes) que están en la primera y segunda línea de atención y los encargados del orden, por lo que tenemos gran número del ellos infectados y fallecidos.

En este colapso sanitario las demás enfermedades han dejado de atenderse adecuadamente, incluso, los casos de riesgo mortal, por razones políticas de la imagen presidencial, han pasado a tercera y quinta prioridad y las urgencias que merecen internamiento y las operaciones son postergadas indefinidamente. Mientras tanto, en esta emergencia mundial, los sistemas médicos privados continúan haciendo negocio y la gran mayoría de gobiernos no se han atrevido a ponerlos al servicio de la lucha contra la epidemia.

El Capitalismo no puede resolver los problemas sin traer más sufrimiento al pueblo trabajador.

La burguesía, para resolver los problemas humanitarios que el sistema capitalista genera, no tiene otra receta que no traiga más sufrimientos al pueblo trabajador. Cada vez que hay crisis su fórmula no pasa de despedir trabajadores, recortar remuneraciones y derechos laborales; en resumidas palabras, hacer que el pueblo trabajador pague las crisis.  Lo mismo viene ocurriendo con la crisis sanitaria, todos los países declaran récords de despedidos a causa de la pandemia; en solo dos semanas en Estados Unidos más de 10 millones de trabajadores solicitaron ayuda por haber perdido su trabajo y la OIT dice que en 3 meses se perdieron 195 millones de empleo en el mundo, lo que hace presagiar el estado calamitosos en que quedarán los trabajadores al final de la pandemia.

Pero en el mundo del trabajo no todos son asalariados, en Estados Unidos y Europa más del 93% son microempresarios y un 5% pequeñas empresas, entre ellos se encuentran ocultos muchos trabajadores que son autoempleados; en la Europa del capitalismo desarrollado son el 15%, pero de los que están formalmente inscritos, quedando sin contabilizarse los que están sin formalizar. En el caso del Perú es el 37% de la PEA ocupada, un poco más de 6 millones de personas. de las empresas.

Todos estos sectores sociales son generados y reproducidos por el sistema capitalista y, por las mismas razones, los Estados capitalistas no están en condiciones de atender estas situaciones sociales. Con el aislamiento social los pequeños negocios también se paralizan y no tendrán ningún ingreso; todos viven de sus trabajos diarios y al dejar de trabajar por las cuarentenas significan que no tendrán ingresos para vivir y para muchos será, incluso, la quiebra del negocio.

Los programas lanzados  se hacen sin tener la menor idea del problema que tienen entre manos.

En Estados Unidos se acaba de decretar una ayuda de 600 dólares para quienes han perdido su trabajo o no puedan ir a trabajar, en el Perú ya van lanzados hasta tres programas de ayuda subsidiada monetaria y de víveres y, ante la presión de las masas, se anuncia la posibilidad de un bono universal que al parecer se ha trastocado a un simple bono familiar; lo mismo se hace en otros países. Por su propio diseño y la forma como son administrados estos subsidios en el Perú, no hacen más que crear expectativas, gran confusión y angustias, sin constituir una real solución a la falta de ingresos por la cuarentena. Mas aún han dado ocasión a actos de corrupción que ya costó la destitución del Ministro del Interior y los principales comandos policiales, así como denuncias de los pobladores locales contra las autoridades de las municipalidades quienes estarían mezclando donaciones privadas de víveres con los programas y presupuestos que les ha otorgado el gobierno central para atender la pandemia.

Algo parecido viene sucediendo también en Colombia, donde se denuncia que aparecen beneficiarios inexistentes de los bonos de solidaridad que ha entregado el gobierno central de dicho país.  Estas ayudas económicas son incomparablemente inferiores a los que los gobiernos de las grandes potencias capitalistas gastaron para el rescate empresarial por la crisis económica del 2007-2008. Más aún, hoy todos los Estados vienen anunciando la elaboración de planes de reactivación económica, que contendrían como eje principal el subsidio a las grandes empresas capitalistas en cifras inmensamente superiores a los bonos de ayuda que están repartiendo a la población en general,

Los bonos de dinero y los paquetes de víveres no cubren más que a una pequeña parte de la población necesitada. Los distribuyen con los viejos criterios de extrema pobreza que manejan los tecnócratas neoliberales que califican a los pobladores por la calidad de la vivienda o del pueblo en que residen las personas.  No comprenden que con la cuarentena la pobreza y extrema pobreza se han multiplicado y se prolongará por mucho tiempo después que sea levantada; y lo primero que reclama el poblador es alimentos y medicinas.

Ahora, más que nunca, resalta el slogan muy popular entre las personas adultas mayores peruanas cuando reclaman su derecho a una pensión no contributiva: los ladrillos no se comen ni curan enfermedades”.

Salvar la vida o cumplir los mandatos del FMI

Los gobiernos capitalistas han asumido el aislamiento social, pero encasillados en los parámetros impuesto por el FMI. Condicionados por no romper con el equilibrio fiscal están ejecutando el aislamiento social con una concepción burocrática y autoritaria; todos deben cumplir la cuarentena y a los que no cumplen apresamiento y enjuiciamiento penal. Restringen al máximo las compras de materiales y equipos médicos para no sobrepasar los dictados del FMI y se niegan a los bonos solidarios universales condenando al pueblo al hambre y la enfermedad. Los gobiernos burgueses se jactan de su manera responsable con que se viene distribuyendo los gastos públicos en la cuarentena y es de complacencia de los grandes capitales y de sus medios de comunicación.

De hecho, están gozando los fabulosos subsidios que les otorga el gobierno, siempre el doble o más del bono dedicado al pueblo, como en Estados Unidos que el gobierno ha destinado 2 billones de dólares para el pueblo y 4 billones para las grandes empresas, aparte de lo que les tocará en el momento de la reactivación económica.

En el Perú, no se compraron las suficientes mascarillas e implementos adecuadas para el personal de salud y policiales, ni respiradores ni camas para los pacientes (se están usando las asignadas a otras enfermedades), ni se han acondicionado locales sanitarios para internar a todos los infectados, dejándolos al cuidado de sus familiares con los cuales conviven. Así tuvimos a muchos trabajadores de la salud y policías infectados con un número de fallecimientos que pudieron evitarse. Igualmente, no se han comprado las suficientes pruebas rápidas y moleculares para realizar una amplio y exhaustivo despistaje del coronavirus.

Por esta deficiencia no se hace una adecuada detección de infectados, ni se realiza un estricto control permanente del personal de salud y policial y tenemos miles de portadores del virus circulando por las calles. A estos se suman, aquellos infectados que se quedan en casa sin ser hospitalizados, quienes contagian a los familiares que al salir a comprar alimentos u otra actividad también esparcen el virus sin control. Por otra parte, la pésima distribución y venta de alimentos y otros servicios indispensables, han permitido el aglomeramiento de gente, pensando que las acciones represivas son suficientes para controlar los contagios.

Al lado de la ineficacia de este método, hemos visto actos represivos bochornosos contra micro vendedores de alimentos, incluso adultos mayores, a quienes se les quitaba por la fuerza su mercadería. Solamente algunos mercados itinerantes municipales, y por lo mismo temporales y limitados, realizaban un cierto control. En Lima, recién el día 29 de abril se intervino sanitariamente el mercado de Caquetá y han encontrado que, de cada 5 vendedores, uno era portador del coronavirus. Por ese motivo se hace indispensable que nadie debe entrar y salir de un mercado, centro de trabajo u otro en que se juntan personas sin certificación de no ser portador del COVID-19

Estas negligencias llevan al crecimiento potencial de personas infectadas y el riesgo a perder la vida, que obligan a seguir postergando indefinidamente la finalización de la cuarentena. No es ningún honor haber pasado a ser el segundo país en Latinoamérica y el Caribe con más infectados, llegando a la fecha a 33,931 infectados y 943 fallecidos.

El presidente Martín Vizcarra, sin ninguna autocrítica, en su presentación del 29 de abril compara al Perú con Estados Unidos, Italia y España; mejor dicho, compara su política anti COVID 19 con la de los gobiernos norteamericano, italiano y español, con la clara intención de engañar al pueblo peruano insinuando el haber hecho una política mejor que ellos.

Los cuatro gobiernos han realizado políticas desastrosas frente a la pandemia, ninguneando   gastos y recursos para enfrentar la pandemia, la diferencia está en la realidad de cada país; no podemos detenernos en estas diferencias, simplemente señalaremos lo más evidente, España tiene cerca de 50 millones de habitantes, Italia 60 millones y Estados Unidos 327 millones, mientras que el Perú tiene 32 millones.

El capital tiende a profundizar la pobreza y los males de la humanidad.

Todos los pobladores están interesados en derrotar a la pandemia y la casi totalidad aceptan el aislamiento social y las restricciones a sus libertades de circulación, de trabajo, de reunión, etc., pero cuando ven que las medidas no son tan efectivas por la manera como se está llevando cabo, espontáneamente surgen inquietudes y descontentos, las que seguirán incrementándose mientras se prolongue la cuarentena y no vean derrotado al coronavirus.

En Lima, el rompimiento de las reglas del aislamiento social que empezaron con mil ciudadanos de Huancavelica se han extendió a otras regiones concentrando gentes en los terminales terrestres formales e informales y en el aeropuerto, porque ya se agotó sus medios de sobrevivencia en la capital del país; igualmente, los trabajadores de la salud y penitenciarios han realizado pequeñas manifestaciones, por ahora, reclamando las desatenciones que sufren en esta pandemia; pero los más graves incidentes se han realizado con amotinamientos en los penales y que han provocado 9 muertes en el penal Castro Castro.

Los cacerolazos de protesta de los trabajadores contra la llamada “suspensión perfecta de labores” u otras manifestaciones que desafían a la cuarentena continuarán al constar que el anunciado bono universal es una distracción más del gobierno de Martín Vizcarra, en tanto que, aumenta la falta de ingresos, el desabastecimiento de alimentos y sigan los despidos de trabajadores.

En el mundo también está aumentando la disconformidad con las cuarentenas; la protesta de pequeños y medianos productores de Michigan se han extendido a otros Estados de Estados Unidos, pidiendo el levantamiento de la cuarentena; igualmente, continúan las protestas y cacerolazos en Bogotá y otras localidades de Colombia; en Polonia grupos de mujeres rompieron la cuarentena para protestar porque se quiere modificar la ley del aborto aprovechando el aislamiento social.

Esta crisis sanitaria apunta a desembocar en una crisis económica y política sin precedentes con la agudización de las contradicciones de clase, cuyos desenlaces son impredecibles. Por eso, todos los gobiernos anuncian planes de reactivación en el que no faltarán otros tantos salvatajes al gran capital mencionados.

En el Perú el gobierno ha anunciado que prepara un plan de reactivación que estaría por los 25 mil millones de dólares,[7] que según la tradición burguesa el estímulo irá a parar a la gran empresa, el que, con toda seguridad, ira acompañado de medidas legislativas de recorte de los derechos de los trabajadores que algunas ya han sido anunciadas en el Plan Nacional de Competitividad y Productividad, y en cuya orientación está la “suspensión perfecta” de labores, que le permite a los grandes empresarios desentenderse de sus trabajadores, negándoles el acceso al principal derecho económico que les corresponde, su salario; sustento de su vida y el de sus familias.

El capitalismo no va escatimar en preservar sus intereses a toda costa, los trabajadores en el Perú y en el mundo deben ser conscientes que para la burguesía antes que la vida están sus negocios, y sus empresas. Ahora, más que nunca, los trabajadores deben preservar su organización y derribar las barreras que la obstaculizan enfrentando la flexibilidad laboral burguesa y conquistar la estabilidad laboral que garantice el sagrado derecho al trabajo y a la vida digna.

Una vez más la burguesía muestra su incapacidad para resolver los problemas de la humanidad, tal como no puede eliminar la pobreza, el calentamiento global y las guerras, porque es la máquina capitalista la que las engendra a cada instante.

Su incapacidad de atender la salud pública, habiéndola convertido en un suculento negocio privado, tanto, así como la educación, el transporte público, la seguridad ciudadana, etc. ahora se presta a saquear los recursos públicos, a recortar remuneraciones y derechos laborales, a despedir más trabajadores, obligando a más poblaciones proletarizadas a refugiarse en negocios de subsistencia por la falta de empleos, aumentando, así, el hambre y la pobreza.

El Capial se quita la careta y hace relucir su escencia maliga e inhumana.

Tal es el colapso de los sistemas sanitarios capitalistas que ha llevado a los Estados burgueses a acciones propias de la piratería del siglo XVI y XVII. Miembros del gobierno francés denunciaron que un cargamento de equipos y materiales médicos listos en aduana para salir a Francia fue desviado hacia Estados Unidos; por su parte, Francia requisó cuatro millones de mascarillas, que hacían escala en un aeropuerto francés rumbo a Italia y España, después de los reclamos diplomáticos, el gobierno francés devolvió sólo dos millones, uno para cada país afectado.

Igualmente, un cargamento de mascarillas y respiradores destinados a Brasil fueron retenidos en Miami, por su parte, Brasil retuvo, otro cargamento destinado al Perú; en un aeropuerto de Kenia desaparecieron misteriosamente 6 millones de mascarillas dirigidas a Alemania; Estados Unidos fue acusado de incautar 200 mil mascarillas destinadas a Berlín después de confiscarlas en Tailandia.

Existen muchos otros casos similares, pero la novedad del siglo XXI es que esta piratería es realizada directamente como actos de gobierno, sin tener que encargarlos a algún corsario aventurero.

El capital ha sacado a relucir su espíritu más oscuro e inhumano, se acabaron las poses seudo democráticas, seudo humanitarias, seudo solidarias, en fin, la hipocresía capitalista, la moral de doble cara  ha tenido que manifestarse tal como es.

Estas grandes potencias que no vacilaron en otorgar billones de dólares, que algunos estudiosos lo estiman en 20 billones, a los grandes bancos y empresas para rescatarlos en la crisis del 2007 y 2008, ahora niegan solidaridad a los países más atrasados para salvar vidas humanas.

Estados Unidos ofreció tantos apoyos a los países del grupo de Lima para derrocar al gobierno venezolano, pero hasta la fecha no ha enviado ni un solo dólar para enfrentar la pandemia en Latinoamérica, aún más les ha prohibido que reciban ayuda de Cuba cuando los brasileños plantearon restituirlo en ocasión del coronavirus.

Por otra parte, en plena lucha contra la pandemia y cuando más es necesaria, el gobierno norteamericano retira su cuota económica a la Organización Mundial de la Salud (OMS); pero, la pandemia no le ha impedido reiterar sus amenazas de invasión militar a Venezuela, mostrando su verdadera careta de ogro imperialista.

Por su parte Alemania, Holanda y Austria y Francia, los más ricos de la Unión Europea, se siguen negando a la creación de un fondo de apoyo a los países de la UE que más sufren con el COVID 19, si es que no significa un lucrativo negocio para estas potencias. Aquellos países que se enriquecieron con la Unión Europea sobreexplotando a los países más débiles, niegan ahora, con mil argucias, tender el brazo solidario del pueblo europeo a los países más afectados por la pandemia. No nos sorprende este comportamiento de las grandes potencias capitalistas, porque sus líderes burgueses no vacilaron en argumentar que había que sacrificar una cantidad indeterminada de personas, especialmente adultos mayores, para salvar el sistema capitalista. Con ello, no hacen más que resaltar su naturaleza genocida como lo hicieron en las dos guerras mundiales del siglo pasado y en el sin números de agresiones armadas a pueblos indefensos a los que desean someter.

Con ese mismo espíritu maligno e inhumano, los gobiernos capitalistas incapaces de contener la mortandad genocida que su irresponsabilidad y ambición ha generado en sus pueblos, tratan de justificarse buscando culpables ajenos.

El presidente Trump que por subestimar al coronavirus ha convertido a su país en el epicentro de la pandemia, en medio de su incertidumbre para hacerla frente, lanza la acusación irresponsable e infantil de que China y la Organización Mundial de la Salud (OMS) son las culpables de la pandemia porque ocultaron la gravedad de la enfermedad, y mueven todo su aparato de intrigantes comandados por la CIA para impulsar demandas judiciales a sabiendas que son  insulsas, ilegítimas e ilegales, que no prosperarán, y han logrado comprometer, en medio del caos que la crisis ocasiona, a Alemania, Francia y Australia en esta campaña sucia, agudizando aún más las contradicciones internacionales, las que pueden llevar a desenlaces demasiado riesgosas  de orden militar.

No es casual que los países socialistas tengan el mayor éxito contra el COVID 19

Hay una larga historia de lucha de los trabajadores por conquistar programas públicos para proteger su salud y de sus familiares, el desempleo, la invalidez por enfermedad o accidentes y protección en la vejez. Y no fue hasta que la burguesía se dio cuenta que perdía mucho dinero cuando un trabajador experimentado se enfermaba o tenía un accidente, para que sectores liberales en los gobiernos dieran leyes aceptando y promoviendo las mutuales u organizaciones de ayuda mutua de los trabajadores.

Estas organizaciones se multiplicaron por Europa convirtiéndose en una base de auxilio a los asalariados en desgracia, pero, también se convirtieron en una base de apoyo a los sindicatos en casos de huelga; fue así que el gobierno de Bismarck en Alemania ideó un plan de apropiación de los fondos de las mutuales obreras para ser administrados por el Estado creando, en la década del 80 del siglo XIX, el primer seguro estatal en el mundo. Luego seguirían Austria en 1888, Hungría en1891, Bélgica en 1904, Noruega en 1909, Suiza y Gran Bretaña en1911.[8]

En el desarrollo de esta lucha, se comprendió que estos derechos no son únicamente de los trabajadores sino de todo ser humano, que los derechos a la salud, al descanso, a la jubilación son derechos universales, tan igual que el derecho al trabajo, a la vivienda a la seguridad ciudadana, entre los más importantes. 

Así, la primera revolución socialista llevada a cabo por el proletariado ruso, entre sus primeros decretos, junto al derecho del trabajo de hombres y mujeres, fue la seguridad universal de la salud en forma gratuita a cargo del Estado y a la asistencia económica en caso de vejez e invalidez.

En 1918 se estableció el Comisariado de Salud que se encargó de reformar con las nuevas concepciones todo el sistema de salud de Rusia. Se organizó un sistema de salud público gratuito que fue considerado como el mejor del mundo hasta antes de la crisis de la Unión Soviética en los años 80. Los países capitalistas se vieron obligados a tener uno semejante para contener el avance del socialismo en el mundo. Hasta ese entonces la salud pública era un deber ineludible de todos los Estados; pero, luego de la caída de la Unión Soviética, la burguesía libre de la presión socialista despliega el liberalismo económico convirtiendo a la salud pública en un lucrativo negocio privado.

Los Estados Unidos de Norteamérica empezó a mostrar interés por la salud pública en los países latinoamericanos cuando constató que las cuarentenas por las continuas epidemias tropicales provocaban grandes pérdidas en sus negocios. Así, a partir de la epidemia del cólera en los años 70 del siglo XIX que afectó a Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay y Estados Unidos, este país convocó a una serie de conferencias de los países americanos para tratar temas de cooperación en el comercio y en la sanidad.

En este interés, se realizó en 1890 la “Primera Conferencia Internacional de los Estados Americanos” que creó la “Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas”, que luego se transformará en la OEA, y, más tarde, en 1902, la segunda conferencia acordó convocar a una convención de los representantes de salubridad de las repúblicas americana con la finalidad “… de llegar a establecer, de manera consensual, medidas comunes de cuarentena marítima para minimizar las pérdidas económicas y comerciales derivadas de la aplicación indiscriminadas de las mismas”.[9]

En concordancia con estos acuerdos internaciones, en el Perú se creó en el 1903 la Dirección General de Salubridad. Con el surgimiento de nuevas clases intermedias y la formación de una clase asalariada urbana en el Perú, que irrumpían en la escena política, se forjaba a la par un movimiento social que empezaba a exigir sus propias reivindicaciones.

En este ambiente, en 1911 se promulgó la primera ley social sobre los accidentes de trabajo, pero tardaría más de 15 años para entrar en vigencia. Luego, será en el gobierno de Oscar R. Benavides, que con el fin de ganar respaldo a su gobierno de las clases intermedias y de los trabajadores asalariados, se creará en 1936 el seguro de salud obligatorio y el seguro que estable el goce de jubilación, cesantía y montepío para los trabajadores administrativos del Estado.

El derecho a la salud pública no nace, pues, como un acto de filantropía burguesa o por la sensibilidad caritativa religiosa, nace por acción y lucha de los trabajadores. Por eso, tampoco es casualidad que la salud, como la educación, las pensiones, la seguridad personal, el transporte se hayan convertido en el siglo XXI en suculentos negocios apetecidos por el gran capital.

Pero el espíritu solidario, humano y futurista no ha desaparecido; pese a los reveces temporales del socialismo se mantiene y en los momentos actuales de prueba trascendente frente a una amenaza global, como es la pandemia del coronavirus, reaparece y admira al mundo. China, Cuba, Vietnam no solo están derrotando al COVID 19 en sus propios países, como también lo hace Venezuela, con un despliegue humanitario, solidario y sin distinción de régimen político; están ayudando a combatir la pandemia.

Cuba y Venezuela, a pesar que sufren un inaudito bloqueo genocida, tienen controlado sus epidemias. Cuba, al día de hoy 30 de abril, tiene 1,501 infectados y 61 fallecidos y Venezuela tiene 331 infectados y 10 fallecidos; mientras que el Perú, oficialmente, ya llegamos a los 36,976 infectados y 1,051 muertos colocándonos en el segundo lugar de los países sudamericanos después de Brasil. Vietnam solo tiene 270 infectados y ningún fallecido, China que el primer país atacado por el COVID 19 ha logrado controlar la epidemia y ya no tiene decesos que lamentar.

La mezquindad capitalista, imposible de reconocerle algún logro al socialismo, está ahora diciendo que estos éxitos se deben a sus métodos autoritarios, como si los países capitalistas avanzados no estuvieran haciendo lo mismo para combatir el COVID 19. No quieren reconocer que estos países han organizado un sistema de salud donde prima la vida del pueblo y no el lucro capitalista y se han dotado de una capacidad suficiente para afrontar las pandemias en sus propios países y ayudar al mundo. Mientras que los países capitalistas avanzados se ningunean apoyos entre ellos mismos, China y Cuba acuden prontamente a ayudar a cada país que lo solicita. Vale el mérito, destacar a Cuba, que sin ser una potencia económica ya tiene tradición solidaria con sus brigadas médicas en todo el mundo.

Bibliografía

[1] Google, Mapa del coronavirus (COVI-19), 29 de abril 2020, https://www.google.com/covid19-map/?hl=es-419

[2] Andrés Luciano Valencia, “Una introducción al sistema de salud en Estados Unidos”, 5-11-2018, Resumen Latinoamericano, http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/11/05/una-introduccion-al-sistema-de-salud-de-los-estados-unidos/

[3]Ídem.

[4] Susalud, 2020.Tablero de control IPRESS.

[5] El Sistema de Salud en el Perú. Situación y Desafíos (2016). pág. 17.

[6] Ojo Público, 2015. Los Dueños de la Salud Privada en el Perú. Fabiola Torres.

[7] BBC, News Mundo, Coronavirus: qué dice sobre la economía (y el gobierno) de perú que el país prepare el mayor plan de estímulo de américa latina contra el covid-19, https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52104166

[8] Ver “Salud pública en una república aristocrática: Perú 1877-1933”, Capítulo III, p. 383-385, http://bvs.minsa.gob.pe/local/MINSA/1665.pdf

[9] Salud pública en una república aristocrática: Perú 1877-1933, Capítulo III, p. 375, http://bvs.minsa.gob.pe/local/MINSA/1665.pdf

Carlos Alarcón Aliaga