Somos testigos y actores de un proceso electoral presidencial particular por estar enmarcado en la profunda crisis de representación política de las clases dominantes, manifestada por la pugna de las diferentes organizaciones y personalidades de la derecha por asumir esta representación que han jalonado los acontecimientos políticos del último quinquenio. A esta crisis política se le venía sumando silenciosamente la crisis económica y que llegó a explosionar violentamente por la pandemia del COVID19, descendiendo a los más bajos niveles productivos; pero al mismo tiempo, silenciosamente, las masas alimentaban su rebeldía en una paciente resistencia casi imperceptible en espera del proceso electoral. Como no había grandes movilizaciones como las chilenas, se pensó que sería un proceso electoral parecido a los anteriores. La derecha nunca entendió al pueblo y en la continuidad de su crisis de representación política se presentó extremadamente dividida, y la izquierda, más por diferencias caudillistas que programáticas, se presentó con tres listas.
Al parecer, Juntos por el Perú y el Frente amplio estimaron que en sus campañas electorales rápidamente recuperaría ese 19% del electorado que, cuando unidos como Frente Amplio, tuvieron en el 2016; uno de ellos por llevar el nombre de aquella contienda electoral y la otra facción por tener la candidata presidencial. Ni el nombre, ni el carisma, ni las capacidades argumentativas fueron suficientes para recuperar las simpatías perdidas y ubicase en los dos primeros lugares para disputar la segunda vuelta.
EN EL SENO DEL PUEBLO EXISTE UNA MASA QUE ASPIRA AL SOCIALISMO
El Frente Amplio (FA) se dividió tan pronto juramentaron sus congresistas el 2016, más por razones personales que por diferencias políticas, una falta que para el pueblo es imperdonable. Recordamos que ya en los años 80 las masas habían demostrado que no aceptaba divisiones; y la izquierda supo asimilar la lección después de la debacle del ARI (Alianza Revolucionaria de Izquierda), cuando nació Izquierda Unida (IU), para darle la gran esperanza socialista al pueblo.
Si bien es cierto, desde los años 20 se fue forjando una corriente socialista, es a fines del 70 y en el 80 que se hace de masas. No obstante, Alfonso Barrantes, el candidato presidencial de aquel periodo, creyó ser el caudillo que arrastraría consigo al electorado y alentado por el grupo Convergencia Socialista, dividió IU. El desastre fue evidente, pues, las masas izquierdistas peruanas no siguieron al caudillo, siguen a la esperanza socialista. Consiguientemente castigaron la división, y especialmente a los divisionistas, por lo que Barrantes no llegó al 5% de los votos válidos, quien estuvo muy por detrás de la plancha de emergencia de IU.
Desde aquellos años y en cada periodo electoral en el seno del pueblo se ha expresado en el Perú una fuerza electoral de izquierda socialista de alrededor de un 30%. No es una fuerza que pueda argumentar intelectualmente su posición, se trata sobre todo de una opción política anímica y subjetiva de aspiración anticapitalista, que quiere otra sociedad, no la actual capitalista ni la pasada semifeudal; que aspira al socialismo, más como utopía de un país sin ricos ni pobres.
Así mismo, hay que distinguir que, además de este contingente, existe otra fuerza electoral que no aspira aún a una sociedad diferente al capitalismo, pero desea cambios profundos al sistema porque está disconforme con el manejo económico y político de las clases dominantes. Estas fuerzas juntas fácilmente superan hoy el 50% del electorado, son las que desconfían de las instituciones democráticas existentes y no creen en los partidos políticos1Ver INEI, Perú: Percepción ciudadana sobre gobernabilidad, democracia y confianza en las instituciones 2019..
Fue esta fuerza izquierdista, ante la debacle y desaparición de IU, la que le dio el triunfo a Alberto Fujimori en 1990 para impedir el ascenso de la derecha neoliberal liderada, en ese entonces, por Mario Vargas Llosa y es la que votó en contra de la Constitución fujimorista de 1993, aprobada por estrecho margen y con visos fraudulentos.
Igualmente, es la que estuvo en la “marcha de los 4 suyos” y le dio el triunfo a Alejandro Toledo que se pintó de Pachacútec para llegar al Gobierno el 2001. Es la que se mantuvo firme con Ollanta Humala en la segunda vuelta del 2006, pese a la maniobra aprista de llevar la confrontación a la disyuntiva: “votas por el Perú o por Hugo Chávez”. Indudablemente, en el 2011, con mayor nitidez, le da el triunfo a Ollanta por su “programa de la gran transformación”, cerrándole el paso a Keiko Fujimori.
Pese, a las frustraciones por la traición de Ollanta y la desastrosa gestión de Susana Villarán en la alcaldía de Lima, en el 2016, el pueblo descubre, casi a finales de la campaña electoral, que había una lista que buscaba representar los intereses de las grandes mayorías del pueblo, el Frente Amplio encabezado, en aquel tiempo, por Verónica Mendoza; y de haberse demorado una o dos semanas más la campaña electoral, con seguridad habría ella disputado la segunda vuelta en vez de Pedro Pablo Kuczynski, quien lideraba el partido de la derecha con las mismas siglas de su nombre (PPK). Semejante situación estamos viviendo hoy con Pedro Castillo de Perú Libre (PL), las masas descubren poco a poco al candidato de izquierda que surge desde su propio seno, alcanza el 19% en las elecciones del 13 de abril (primera vuelta) y una semana después ya se ubicaba por encima del 40% según las encuestas, con grandes posibilidades de triunfar en la segunda vuelta electoral.
POR SU AISLAMIENTO DE LAS MASAS, LA IZQUIERDA NO CAPTA SUS ANHELOS
Las organizaciones de izquierda, más bien asociaciones de la intelectualidad de izquierda, aisladas de las masas y sin ningún cordón umbilical que los una, no pudieron captar el sentimiento popular. Posiblemente, porque comprender al pueblo nunca estuvo en sus intenciones, ya que durante los últimos cinco años desarrollaron una política de espaldas a las masas, incapaces de construir con ellas una alternativa política frente al poder gran burgués e imperialista; y se dedicaron a servir de furgón de cola del gobierno de Martín Vizcarra, supuestamente democrático, que después de todo, fue sustituido sin pena ni gloria.
Posiblemente, el Frente Amplio (FA) y Juntos por el Perú (JP), se sentían seguros de su electorado del 2016 y supusieron que deberían conquistar el voto del centro, por lo que sus campañas se orientaron hacia la derecha, afirmando su respeto al sistema, a la inversión privada, y que no es otra cosa que convivir con los grupos de poder y el imperialismo, aunque anuncien algunos controles. No concibieron que durante los años precedentes habían perdido la confianza del pueblo izquierdista y la campaña no hacía más que acrecentar esta desconfianza. La pérdida de la confianza popular era un hecho fehaciente y las elecciones municipales y regionales del 2018 fue la primera advertencia, en Lima el FA obtuvo solo un 1.4% y JP un 0.75%. Pero nadie hizo caso de esta advertencia y Verónica Mendoza, en la votación del 13 de abril, no remontó más del 8% y Marco Arana del FA no sobrepasó el 1% del electorado.
Si bien, las masas socialistas, no pueden definir bien su socialismo, si saben captar el sentido y la sinceridad de las propuestas programáticas, sintiendo que las propuestas de JP y del FA no encajaban en sus aspiraciones. El pragmatismo electoral de JP y del FA no les permitía ver la realidad que se movía en el seno de las masas populares. La rebeldía de los pueblos provincianos explotados y oprimidos, de los trabajadores asalariados, del semiproletariado llamados hoy trabajadores independientes o informales, de los micro y pequeños empresarios del campo y la ciudad, pueblo explotado y oprimido de todas las sangres, pudieron expresarse en este proceso electoral.
Por ello, podemos decir que Pedro Castillo no le quitó votos a nadie, se encontró con esa masa socialista que debe haberse ampliado por la crisis económica, política y pandémica que estamos viviendo; su bandera principal de nueva constitución se entendía como cambio radical del sistema, al que acompañaba la recuperación de los recursos naturales. Perú Libre (PL) pese a que se le considera más radical, no cuenta con una base programática e ideológica bien estructurada; es una agrupación más bien formada para posibilitar la participación electoral de sus fundadores y Pedro Castillo, su candidato presidencial, da muestras de no manejar su ideario. Por eso PL no deja de ser parte de la nueva izquierda generada en el siglo XXI.
LA IZQUIERDA BAJO EL INFLUJO IDEOLÓGICO DEL CAPITAL
Evidentemente, en la ruptura de IU, si bien, el caudillismo fue un factor importante, no fue lo determinante, en el fondo fueron las discrepancias programáticas. Alfonso Barrantes había renunciado al socialismo y retornado a sus orígenes ideológicos apristas, declinando a competir con Alan García y brindándole su apoyo, poco disimulado. En tanto sus acompañantes seudo izquierdistas, temerosos del socialismo, decidieron hacer fracasar a IU dividiéndola; por eso, la derrota electoral del 90 no les afectó ideológicamente y antes bien los alentó para imponer sus convicciones. Fueron favorecidos por la derrota de la Unión Soviética y la campaña mundial del imperialismo en contra del socialismo revolucionario declarando la muerte de Carlos Marx y el “fin de la historia”. Tal fue la lucha ideológica que desplegó la burguesía que los líderes revolucionarios cayeron en crisis ideológica, faltos de iniciativa, se vieron envueltos en la marea reformista. En el siglo XXI algunos empezaron a recuperarse, pero sus fuerzas mermadas por los años o la muerte los sacaron de la escena.
Nunca antes en la historia existió una lucha ideológica, tan intensa y extensa, como la que desplegó la burguesía contra el marxismo revolucionario, la persecución del cristianismo por el imperio romano no tiene puntos de comparación. Este es uno de los factores que han condicionado la hegemonía ideológica del reformismo en nuestro siglo. Pero cuando los nuevos paradigmas de investigación no pudieron explicar la barbarie capitalista y las crisis económicas que se sucedían una tras otra hasta la gran crisis del 2008, algunos que encuentran y otros que reencuentran a Marx anuncian su retorno; y lo hacen porque les ayuda a entender el capitalismo, más no para transformarlo. Entonces, poco a poco Marx es nuevamente consentido y admitido, incluso, en la enseñanza universitaria; pero, para ello; tiene que venir solo, sin las malas compañías bolcheviques. Muy diferente a las juventudes revolucionaria de los años 50 y 60 en el Perú, quienes para conocer a Marx tuvimos que buscarla fuera de las universidades, fue más una formación autodidacta para llevarla luego a los patios universitarios, a las fábricas, a los barrios y al campo.
En este contexto, en la actualidad con un Marx mutilado, basta ser nacionalista o simplemente condolente con los sufrimientos del pueblo para ser de izquierda y los nuevos paradigmas revolucionarios se basan en las experiencias presidenciales de Lula, Correa, Evo Morales y Mujica, con un accionar moderado frente al capital, con cierto éxito con los programas sociales y sobre todo respetuosos del sistema democrático burgués. Evo, un poco más radical, perdió puntos cuando quiso reelegirse por cuarta vez, aunque salvó su prestigio a consecuencia del golpe de Estado en su contra.
La experiencia venezolana para muchos de los nuevos izquierdistas no entra en los nuevos paradigmas, rechazan el liderazgo de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y aceptan sin crítica el calificativo de dictadores y niegan a Venezuela el derecho de castigar los crímenes de la derecha, quien cuenta con muchos muertos en su haber, siendo estos el 80% de las filas chavistas, mientras que los delincuentes como Juan Guaidó y Leopoldo López se pasean por el mundo y llegan al Perú para pedir votos para Keiko Fujimori. Igual actitud tienen frente a Fidel Castro y de la Cuba revolucionaria. ¿Por qué esta actitud política de líderes que se llaman de izquierda frente a Venezuela y frente a Cuba? porque son dictadores, porque no existe democracia, porque reprimen a la oposición y violan sus derechos humanos, son las respuestas en boga más comunes, repitiendo las versiones de la derecha opositora y del gobiernos de Estados Unidos.
¿Pero de qué sistema democrático hablan? Si el sistema democrático francés y alemán son diferente al de España y al de Inglaterra y todos ellos diferentes al de Estados Unidos. ¿Por qué las democracias venezolana y cubana no pueden ser diferentes a esos países? Hugo Chávez llegó al gobierno por elecciones generales en 1998 y fue reelegido dos veces más; Igualmente, en Alemania, Angela Merkel ya lleva más de 15 años en el poder, reelegida varias veces. ¿Por qué Hugo Chávez es dictador y Angela Merkel una demócrata a carta cabal? Asimismo, todos hablan de la democracia imperfecta peruana, incluso de una democracia manejada por los grupos de poder económico, pero el presidente peruano no es un dictador, aunque tiene el poder legal para cerrar el congreso.
Entonces, no se trata de renunciar a la opinión crítica frente a los gobiernos progresistas de Latinoamérica, ni tampoco pensar tomarlos como modelos de política a seguir. Cada gobierno corresponde a su realidad nacional y de acuerdo a sus propias particularidades tomarán las medidas que crean convenientes para resolver sus problemas. Lo que nos une a todos, es la lucha común contra la explotación y opresión capitalista y la dominación imperialista, contra la dictadura encubierta de los grupos de poder nacionales y extranjeros contra nuestros pueblos. En esta lucha ubicamos nuestra solidaridad y compromisos entre los diferentes gobiernos en América y todo el mundo.
La ofensiva ideológica del capital imperialista ha sido tal que ha introducido en las mentes de la población y de la intelectualidad que la contradicción principal en el mundo es entre democracia y dictadura; ha borrado en las mentes las contradicciones capital-trabajo y la del capital imperialista contra los pueblos y naciones del mundo. En este volteretazo a la realidad, comunismo es sinónimo de dictadura y capitalismo sinónimo de democracia. Pero, más aún, ha introducido la idea que democracia es la que practican los países imperialista y dictaduras son las democracias que practican todos los países que se le oponen; de tal modo que todos los países que aplican una política nacionalista independiente son dictaduras, y por ende son comunistas. De ese modo, para Estados Unidos y muchos otros de la Unión Europea, Rusia sigue siendo comunista porque su gobierno capitalista confronta con Norteamérica, mientras que Arabia Saudita, por ser su aliada histórica, no es una dictadura, tan solo es una monarquía.
Como bien lo dijo Alejandro Mosquera, Director de la Revista Barraca de Argentina en su número del 4 de junio último, que las alternativa levantadas “en la mayoría de los casos de la experiencia latinoamericana, los proyectos igualitaristas conquistaron el gobierno, pero no conquistaron el poder real y aceptaron discutir el rumbo del país con las reglas, condiciones, leyes, lenguaje político, económico y cultural que aquel imponía.” (subrayado mío)
Nuestra izquierda de hoy nace bajo el influjo de la gran ofensiva ideológica capitalista, acepta acríticamente los valores y dogmas políticos burgueses. El laissez faire y laissez passer se pregona como signo de modernidad en un sistema donde predomina el monopolio, que lo hace inviable, pero se aferran al dogma porque es la manera como la economía puede ser “democrática”. De allí que tenemos nuevas generaciones de líderes políticos de izquierda que rechazan el marxismo sin haber leído nada, o casi nada, de Marx. Cuando la derecha los increpa: «usted es comunista», «usted es un chavista», la reacción es rápida y violenta para limpiarse de cualquier semejanza y se sienten obligados a rejurar sus principios democráticos.
Ante tal situación llamarse socialista es la mejor opción que llamarse comunista. Pero luego surge la pregunta ¿Qué socialismo escoger? De ninguna manera será el modelo soviético estalinista, ni mucho menos el cubano, aún peor el chino, aunque de economía exitosa, ahí no hay libertad ni respeto a los derechos humanos porque está gobernado por los comunistas. Tiene que ser un socialismo democrático, “una verdadera democracia” como bien nos dicen.
Entonces ¿Cómo será esa verdadera democracia? Aquí viene el problema, porque no pueden escapar de los cánones de la democracia pregonada por la Unión Europea o la norteamericana, a la que se agregan los eslóganes generales de “verdadero gobierno del pueblo”, “democracia participativa” o “de abajo para arriba” y los más radicales señalarán “democracia directa”, sin saber definirla y, al final, toda la concepción sobre democracia girará, en última instancia, alrededor de la democracia representativa burguesa con elecciones generales, que en la opinión tradicional de los peruanos es la elección directa al estilo francés, pues las elecciones del primer mandatario en Alemania, Inglaterra, España y en Estados Unidos son indirectas.
UNA IZQUIERDA IMPOTENTE FRENTE A LOS DOGMAS DEL CAPITALISMO
La izquierda habiendo cedido a los dogmas capitalistas no puede sostener sus propuestas ante la arremetida de los partidos de la derecha. Esta derecha, segura de su dominio ideológico repite sus dogmas que sólo la inversión privada, nacional y extranjera, traerá desarrollo al Perú, la única que puede generar trabajo y reducir la pobreza y que la única democracia verdadera es su democracia representativa y presionan a los candidatos presidenciales que la respetarán si son elegidos. Y la izquierda los cree y se apresura a aclarar que no son comunistas, que si quieren la inversión privada, que son buenos respetuosos de la democracia. Nadie en los debates electorales se ha atrevido a desenmascarar la falsedad de los dogmas burgueses, solamente alguno que otro de los líderes de la izquierda han hablado muy críticos del neoliberalismo, dando la impresión que aspiran a un capitalismo que no sea “salvaje”.
El Perú, mucho antes que exista neoliberalismo, fue sometido a la dominación imperialista aliada a las clases dominantes, antes terratenientes agroexportadores y ahora gran burgueses, han diseñado el Perú que tenemos, con una inmensa mayoría proletarizada, más del 90% de la PEA ocupada, que no puede encontrar un puesto de trabajo digno, porque las clases dominantes son incapaces de contratarlos, se ven obligados a ubicarse en empleos precarios; y los que no encuentran un capitalista que contrate su capacidad de trabajo, deben refugiarse en negocios de subsistencia muy frágiles. Esta es la raíz de la pobreza en el Perú, de las desigualdades sociales y del abandono de los pueblos del interior del país.
El capitalista, “salvaje” o “civilizado”, de mercado libre o de mercado social, solamente invierte donde obtenga “buenas” ganancias; por eso el capital extranjero exige monopolizar el mercado, sobre explotar la mano de obra y los recursos naturales, sin importarles la vida ni el medio ambiente, someter a los pequeños productores, particularmente agrarios, etc. etc. y, de ese modo, tenemos pueblos y provincias abandonadas, comunidades campesinas arrinconadas a pastizales y tierras eriazas y ha retornado la gran propiedad terrateniente.
En estas condiciones tenemos un país controlado por grupos de poder económico, mucho más poderosos que los 12 apóstoles de los años 80, y que por una serie de mecanismos condicionan la vida política del Perú, manejan el poder ejecutivo y legislativo, tienen las leyes que les interesa, tienen las principales concesiones para explotar los recursos naturales, tienes los principales contratos de servicios y obras con el Estado, etc.
La Constitución y las leyes son sus instrumentos legales, pero, también, financian las campañas electorales y corrompen a funcionarios, haciendo de la corrupción una forma de competencia institucionalizada.
Ahora mismo estamos viviendo como manejan la democracia en el Perú. El despliegue multimillonario para que su candidata Keiko Fujimori gane las elecciones, la casi total concertación de medios de comunicación en una única campaña para hacer perder a Pedro Castillo, sin importarles las formas, como despedir periodistas que solicitaron guardar una neutralidad, entre otros.. A tal punto llegó la parcialidad de la televisión que ningún medio trasmitió el mitin de cierre de campaña del candidato Pedro Castillo, pero si lo hicieron en cadena concertada el mitin de cierre de de Keiko Fujimori, pese a la orfandad de concurrencia en su evento. Asimismo, hoy han hecho subir al dólar y le echan la culpa al candidato Pedro Castillo, amedrentan a los trabajadores con cerrar las fábricas si Keiko pierde las elecciones y hasta han amenazado con golpe militar para atemorizar a los electores.
Si pierden, por no poder ejecutar un fraude, los grupos de poder y el imperialismo aún tienen otros instrumentos antes de recurrir al golpe militar, chantajear al candidato triunfante con el boicot económico, esconder sus capitales y paralizar la producción y hacerlo que aplique su programa económico, en esto tienen experiencia los grupos de poder, así se metieron al bolsillo a Alberto Fujimori, quien abandonó su equipo técnico inicial y asumió el programa neoliberal en 1990, y con Ollanta Humana quien cambió su programa de “la gran transformación” por una “hoja de ruta”.
GRANDES RETOS PARA LA IZQUIERDA DE HOY
Por lo dicho anteriormente, ganar las elecciones no significará la derrota de los grupos de poder nacionales y del imperialismo, ellos utilizarán todas sus armas para impedir que se cambie el sistema económico y político; e igualmente, si la izquierda pierde las elecciones usarán toda su fuerza para que no vuelva el peligro por el que están pasando. En cualquiera de los cazos los retos para la izquierda son enormes.
Es por ello que, en primer lugar deben desembarazarse de todos los dogmas burgueses creados por el imperialismo y dotarse de un programa verdaderamente revolucionario que de el norte para una nueva Constitución y los planes de gobierno; en segundo lugar, ligarse a las masas, estar presentes en cada una de sus luchas y manifestaciones de vida social y cultural y; en tercer lugar, organización y más organización porque el pueblo no sólo debe tener la razón, sino también la fuerza.
NOTAS
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- 1Ver INEI, Perú: Percepción ciudadana sobre gobernabilidad, democracia y confianza en las instituciones 2019.